miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capítulo 6. Dulces pesadillas.

Alessandra se despertó repetidas veces durante la noche entre jadeos y sudores fríos, sabía que no conseguiría dormir tranquila esa noche, y muchas veces deseó que Cory estuviera con ella para que pudiese calmarla con su increíble voz. En realidad no sabía porque le produciría tal apego una persona a la que no conocía de nada, de eso estaba convencida, pero que parecía que lo supiese todo de ella y eso, según pensaba, era realmente injusto. Cuando conseguía calmarse se volvía a meter entre las sabanas para que a los diez minutos de haber conciliado el sueño volviese el torrente de pregunta y Ale se sentía como si estuviera intentando frenar una cascada con una frágil hoja de papel. Eso era ella, una página en blanco demasiado débil para algunas cosas e increíblemente vacía, porque después de haber hecho un recuento de todas las cosas realmente importantes se había quedado con una hoja de un cuaderno en blanco. La última vez que intento dormirse sucedió lo mismo de siempre pero esta vez se despertó diferente. Serían las tres de la madrugada cuando una suave caricia le llego hasta la frente y le aparto con la delicadeza de una muñeca de porcelana un mechón de pelo. Abrió los ojos lentamente pero todavía le costo mucho enfocar y descubrir quien la estaba despertando tan dulcemente, *Seguramente sea mi madre* pensó Ale, pero se equivocaba y se sorprendió mucho cuando miró directamente a su 'despertador'. Con un rápido movimiento una mano se posó en su boca pidiéndole que por favor no gritase, *con razón* pensó. Era Cory. Una felicidad prácticamente infinita la recorrió todo el cuerpo luchando contra el miedo de que su madre le viera y con el pudor de estar en un pijama tan pequeño. El parecía que ni siquiera se había dado cuenta de que aquello estaba pasando, parecía que estuviese acostumbrado o que para el fuese algo completamente normal pero Ale no se esperaba que apareciese en mitad de la noche para despertarla y eso aplacaba todos los sentimientos anteriores. Intento incorporarse pero el hecho de tener el edredón y las sabanas por encima complicaba el proceso además de que estaba todavía dormida y normalmente le costaba despertarse. Pero la ocasión lo merecía, inconscientemente se llevo las manos a la cabeza para intentar disimular los pelos de loca que siempre tenía al despertarse.
-Hola dormilona - es solo un susurro pero su voz suena melódica en el silencio de la casa.
-Perdona pero a estas horas es muy normal estar durmiendo así que no me llames dormilona - responde Ale intentando sonar despierta.
-¿Estas mejor? Antes he sentido que lo estabas pasando realmente mal - dice Cory, realmente parecía preocupado.
-Sí, bueno creo que he tenido pesadillas pero en realidad nunca me acuerdo de los sueños, - Ale no quería que el viera sus emociones como si fueran un libro abierto - ¿cómo has entrado? que yo sepa la puerta de casa esta cerrada y vivo en un cuarto piso.
-El caso no es cómo he venido, es si tú estas bien. Por un momento pensé que estabas en verdadero peligro.- Se levanta y va caminando a coger una silla.
-Mis sillas son realmente incomodas, si quieres puedes tumbarte conmigo en la cama, es realmente grande.- Ale no sabía porque había dicho eso, un impulso habló por ella. Pero ahora que lo pensaba mejor no le importaría. Era verdad que había estado teniendo pesadillas y si alguien podría ser capaz de calmarla ese seguro que era él.
Cory se dio la vuelta y se quedó mirándola desde la mesa hasta que por fin empezó a andar camino a la cama. Cuando llegó Ale le hizo un hueco justo al lado suyo, abrió el edredón pero inmediatamente cambió de idea porque él estaba vestido y seguramente se sentiría incomodo por estar con ropa de calle en su cama. Cory se quitó los zapatos y solo con la mirada le hizo una pregunta a Ale que ella interpreto por *¿tienes algo que dejarme?*.
-En esta casa solo somos chicas, lo siento - dijo Ale encogiendose de hombros.
Cory sacudió la cabeza con una sonrisa en la boca. se quito lentamente la camiseta y cuando iba a desabrocharse los pantalones Ale le chistó y le señalo al armario donde había unos pantalones de chandal que ella no se ponía porque le quedaban demasiado grandes. Él asintió y se dirigió hacia allí, cuando por fin estuvo listo se tumbó en el hueco que le había hecho Ale y se quedaron así hasta que ella se quedó profundamente dormida.


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