-¡Es que no se cómo se te ocurre Jack! –gritaba una
voz claramente femenina.
-Por última vez Mireia, lo necesitaba, no podíamos
esperar más –decía el chico una y otra vez; parecía preocupado, como intentando
disculparse.
La conversación se desvaneció tan pronto como
había comenzado. Las voces se volvieron incomprensibles, casi inaudibles. Poco
a poco fui volviendo en mí y empecé a pensar con claridad. Mi último recuerdo
era estar en una habitación nueva para mí, llena de artilugios, junto a Jack y mirábamos
fijamente un gran un gran boquete rojo en la pared. Me quedé embobada en ese
recuerdo y no me di cuenta de que las voces habían vuelto hasta que fue muy
tarde. Esta vez sonaban más claras y firmes por lo tanto averigüé que se habían
acercado. Una voz masculina se unía ocasionalmente a la conversación Parecía
estar más pendiente de otra cosa, vigilando algo o a alguien. La última voz era
más grave que las demás y me parecía haberla escuchado muy recientemente, no
como la de Jack, si no mucho más tranquila y cauta.
-A lo hecho pecho, -repetía este- si el chico la
ha traído hasta aquí no vamos a devolverla sin antes comprobarlo ¿no? –era una
pregunta retórica, carecía de respuesta.
-Pero tenía que habernos consultado antes –replicaba
la chica con voz chillona. Creía haber escuchado antes que se llamaba Mireia.
El chico cuyo nombre no recordaba suspiró. Noté
como se movían a mi alrededor, lo que hacía que me sintiese incómoda. Una mano
suave, firme y decidida me rozó el brazo, casi como una caricia. Se me erizó el
vello y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
-Vaya –exclamó- parece que nuestra bella
durmiente se está depsertando.
Este comentario me hizo sonreir. Acababa de
reconocer esa voz; era Cory. Abrí los ojos, poco a poco, acostumbrándome a la
luz. Lo primero que vi fue un gran ventanal cubierto con unas cortinas por lo
menos, llamativas. Me di cuenta de un detalle que antes no me había parecido
relevante. Estaba en una cama, y no de esas cochambrosas, si no una cama
mullida y elegante; con una almohada blanca y pulcra bajo la cabeza y cubierta con un excelente edredón regio.
Parecía una reina. Traté de incorporarme para poder visualizar a mis veladores.
-Buenos días princesa –dijo Cory sonriendo.
-Hola Ale –me saludó Jack; parecía enormemente
cansado.
-Hola, ¿qu-qué ha pasado? –pregunté fingiendo
estar aturdida.
-Parece ser que te desmayaste en un pasillo y
Jack, que casualmente estaba por ahí, te cogió y pensó en llevarte a su casa –mintió
Cory.
-Ah –titubeé, en realidad no me lo creía pero lo
dejé estar- pero, ¿Qué haces tú aquí? –pregunté en un tono más bajo, para que
solo me escuchase Cory.
-¿Veis? –gritó inesperadamente Mireia- Os lo dije,
os dije que preguntaría –cruzó los brazos, frustrada.
Cory volvió a suspirar y se levantó de la cama,
lentamente. Todos estaban exhaustos y sus rostros estaban demacrados, como si
hubiesen corrido una maratón. Me sentía extrañamente culpable. Pensé que lo
mejor sería cambiar de tea y dije lo primero que se me vino a la cabeza.
-Se ha quedado buena tarde ¿no? –mis palabras
salieron sin pensar.
Mi comentario provocó las carcajadas de Cory y
Jack, pero Mireia bufó de indignación y salió de la habitación enfadada. Empecé
a levantarme pero Cory me lo impidió acusando al gran cansancio que debería
estar sintiendo. Pero o me encontraba perfectamente. Decía que tenía que estar
en la cama hasta comprobar que no había sufrido ninguna lesión. Sabía que eso
era mentira por lo que había escuchado antes pero no me apetecía discutir con
ellos. Sabía que no conseguiría convencerles de lo contrario. Jack se ausentó
para traer un vaso de agua y tratar de hablar con Mireia. “Este es mi momento”
pensé.
-Oye, ahora que estamos solos –comencé a decir-
dime la verdad, ¿Qué está pasando? –mi voz sonaba firme y segura. Cory me miró
casi con pena.
-Ale en realidad no te desmayaste, bueno sí, pero
no accidentalmente. Jack estaba contigo y no te trajo aquí por casualidad. –explicó.
-Eso ya me lo suponía yo, pero no te preguntaba
por eso si no por todo esto. Cory, ¿quién eres? ¿Por qué Nicolette no pudo
verte en el callejón? ¿Por qué cada vez que hablo de ti con alguien se le
olvida todo? ¿Qué pasa? –me salían todas las preguntas de golpe, dudaba mucho
de que me respondiese a todas.
-Todavía no puedo decirte nada Al, tienes que
pasar algunas pruebas –me dijo con infinito cariño y me miró, con esos ojos
llenos de coraje y secretos que todavía no podían ser resueltos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario