martes, 15 de enero de 2013

Capítulo 7. Preguntas sin respuestas

Esa mañana Ale despertó extraordinariamente tarde, pero todavía podía llegar a tiempo a la segunda hora de clase. Un sentimiento de tranquilidad la rodeaba pero no podía evitar notar que algo importante había pasado esa noche. Se vistió lo más rápido que pudo mientras se hacía el café, no podía ir a clase si no se tomaba su rutinaria taza de cafeína. Salió corriendo de casa para coger a tiempo el autobús y asi no llegar más tarde a clase pero aún así no la dejaron pasar a segunda hora y se tuvo que esperar hasta tercera. A la gente que llegaba tarde las metían en una clase a parte para que no molestasen en medio del hall, a esas horas no había mucha gente en esa sala y eso le permitió pensar tranquila e intentar recordar en qué había soñado. Pasó más de media hora hasta dar con la palabra exacta que resumía su extraño sueño: Cory. Al principio no sabía que había pasado y luego recordó que había unos pantalones de chándal que ella no se ponía en la silla de su dormitorio. Aquel fugaz pensamiento le hizo dudar de lo que había pasado esa noche, pero al final llegó a la conclusión de que los habría sacado mientras buscaba el pijama. Toda esa historia le recordó los sucesos de ayer y le una sensación de inquietud le dejó muy mal sabor de boca durante el tiempo que estuvo sentada en el aula. El sonido de la sirena la sacó de sus pensamientos y Ale se dirigió a la clase que le tocaba ahora. Como si de una coincidencia se tratara se encontró con Nicolette, ataviada con unas coloridas mallas y una sudadera de leopardo. Nunca había entendido el estilo de su amiga, algunos días era completamente invisible, en cambio los otros se salía de lo normal, destacaba sobre casi cualquiera pero nunca tanto como Katia. Las tres amigas se complementaban, Katia: la líder, siempre la mejor en todo y la más popular; Nicolette: la segunda y perrito faldero de Katia; y por último Ale: nunca destaca pero sus dos amigas nunca la dejaban atrás. Juntas llevaban toda la vida y se habían peleado, separado y reencontrado, se volvían a separar. Pero al final siempre acababan igual, juntas. El diálogo fue corto y directo, tocando solo temas banales porque cada una se dirigía a clases distintas. Entró en clase y se sentó en su pupitre sabiendo que no iba a poder concentrarse ese día. Su compañero Jack se acerco tan sigilosamente que la sobresaltó. Se había olvidado de que le tenía que preguntar qué quería decir lo del otro día, pero pensándolo mejor ya sabría explicarlo ella. Igualmente iba a preguntarle si él sabía algo. Parecía demacrado, tenía unas ojeras enormes y una cara de cansancio que ni siquiera diez latas de Redbull se la hubiesen cambiado. -Hola Jack- le saludo mientras pone mi mejor sonrisa. -Hey- responde con un movimiento de cabeza. -¿Qué te pasa? Pareces más cansado de lo normal- Ale intentó que no sonara muy reprochable porque no quería que su compañero se enfadase con ella. -Una mala noche- Jack no parecía muy dispuesto a dar más explicaciones así que se sentó y no habló más hasta la siguiente hora. Y así siguieron hasta que sonó la alarma del patio, como dos desconocidos con muchas preguntas en la mente y poca saliva en la boca. Cuando Ale estaba a punto de salir Jack la cogió del brazo hasta llevarla a un sitio un poco apartado. -¿Vas a hacer algo realmente importante en el recreo?- preguntó con un tono de oculta impaciencia. -No, nada que merezca mucho la pena. ¿Para qué?- Ale había notado el cambio de si voz pero no quería presionarle. -Quiero enseñarte una cosa.- y juntos se encaminaron a la parte más deshabitada del instituto. La sala en la que entraron tenía un tamaño medio, carecía de sillas y de mesas porque esa ala no se usaba desde hacía ya mucho tiempo. De las paredes colgaban poster de antiguos trabajos y exposiciones. A Ale le llamó la atención uno en particular que trataba sobre las mutaciones genéticas provocadas y pensó que aquel trabajo tendría que haberlo hecho un alumno de bachillerato por lo menos. Ese destacaba sobre las demás por su complejidad y estructura ya que incluía una maqueta agrandada de un trozo de ADN y muchos más ejemplos y experimentos. Jack cerró la puerta tras él y se coloco en el medio exacto de la sala. Trazó un círculo a su alrededor con una tiza que había en la pizarra. Ale ni siquiera se había dado cuenta de que no había ventanas pero si un gran círculo granate que ocupaba toda la pared donde debería estar colocado el corcho y las taquillas. -Jack, ¿Qué es todo esto?- pregunté girando sobre mí misma para poder observar algún otro detalle que se habría podido pasar. -Esta era la antigua sala de experimentos científicos del instituto que se cerró por una gran explosión hace años- con esa afirmación no hizo que Alessandra se tranquilizase, si no que la puso aún más nerviosa.-No quedaran restos químicos o radiactivos por aquí, ¿verdad?- el comentario de su amiga hizo que Jack soltara una carcajada un poco fuera de lugar. -No, que yo sepa. Anda ven y entra conmigo en el círculo.-añadió extendiendo una mano hasta Ale.