martes, 29 de abril de 2014

Capítulo 17. Lágrimas con magia. (Mireia)

Una carretera desierta solamente acompañada por el lejano aullido de un búho. Miro a ambos lados. Nada, desierto. La niebla me impide ver mucho más lejos de mis brazos extendidos. De repente veo su cara, una mirada suplicante pero con el rostro completamente inexpresivo, sin una pizca de color en su cara. <<Jack>> susurro, corriendo hacia el espejismo y cuando estoy a punto de llegar...
Me despierto entre sudores fríos, envuelta en un revoltijo de sábanas del cual me es muy difícil escapar. Me incorporo jadeando y me seco un par de lágrimas que asomaban mis ojos instantes antes.
-Maldigo a aquel que inventara los camiones y la niebla. -dice Shiandra con toda la calma del mundo, sobresaltándome.
¿Qu-? -intento que no me tiemble la voz y todos para recuperar la compostura- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-Llegué en el intervalo entre el primer grito y el segundo -se mira las uñas, intentando parecer indiferente- y niña, que cansina eres, es imposible despertarte eh.
-Puedes irte, ya me he despertado -bufo y me llevo las manos a los ojos frotándomelos con fuerza.
La anciana sube una ceja y, demasiado rápido para su edad, me coloca un fardo húmedo con arenas aromáticas en la frente, con tanta fuerza que hace que me golpee contra el cabecero de la cama.
-Ah, me has hecho daño -me llevo la mano a la nuca.
-Aaaah se siente -responde ella, aguantándome ese extraño objeto. El delicioso aroma hace que me empiece a sentir torpe y adormecida.
-Shiandra Bullesock, ¿que narices es eso? -pregunto con toda la claridad que me es posible.
-Mireia Maleswith, tan solo déjate llevar -susurra sacando a relucir su increíble y melodiosa voz.
Me quedo dormida, extrañamente feliz y relajada, sin camiones, ni niebla, ni carretera alguna, ni misteriosas alucinaciones provocadas por mi mente para hacerme sufrir. Simplemente el vaivén de la antigua mecedora de Shi.

Cuando abro los ojos, la luz del sol entra por la ventana, iluminando toda la estancia. Huele a flores, campo, naturaleza y... ¿chocolate? ¿Eso que huelo es una rebosante taza de chocolate fundido con un ligero toca avainillado? Miro a todos lados, buscando el origen de tal exquisitez. Permanezco durante unos cuantos segundos en la misma posición, con los ojos cerrados y olisqueando cual perro en pos de su recompensa.
-Pero que fea te pones a veces -exclama  una voz que reconozco al instante. Proviene de la ventana y viene acompañada de un fuerte hedor a sudor.
-¡JACK! -grito a pesar de su mueca pidiéndome silencio- ¿donde narices has estado? ¿te puedes llegar a imaginar el sufrimiento que he pasado? ¿por qué no volvías? ¿y todo el daño que me has hecho al largarte? Podrías haber llamado o algo -digo atropelladamente, sin pensar en las consecuencias de mis palabras.
-¡Oh, es verdad! ¡Que me he ido a dar un paseo entre las flores y se me había olvidado! -pone mala cara mientras intenta bajar del alféizar, entrando en mi habitación. Escucho unos pasos en el pasillo y a alguien silbando que viene de camino aquí.
-Rápido, escóndete, no pueden verte aquí. Al baño -me levanto y le llevo cogido en brazos, literalmente.
-Ni que fuésemos dos adolescentes haciendo cosas indecentes en mitad de la noche -bromea entre murmuros, arrastrándome a mí dentro con él.
-Jack -emito una queja que se ve tajantemente interrumpida por sus labios encima de los míos. Oigo como Cory entra en mi habitación con ese delicioso chocolate que la presencia de Jack me impide disfrutar.
-¿Ale? Te traigo una sorpresa -anuncia con voz firme y sin vacilar.
-Estoy en el baño, voy a ducharme. Cory, voy a tardar, mejor vuelve más tarde. -digo procurando sonar tranquila mientras me cuelo entre los brazos de Jack para abrir el grifo y dejar el agua correr.
Mi visitante se aleja con una escueta despedida, notablemente decepcionado. Suspiro y me llevo las manos a la frente mientras Jack me vuelve a coger, planeando besarme de nuevo. Intento oponerme a su agarre mas mis esfuerzos son en vano. Noto cómo se va formando una sonrisa sarcástica en su cara, que demuestra que me ha vencido, pero sé que en el fondo lo único que quiere es abrazarme. Siento algo que se desliza de improviso por mi escote y cuando levanto la mirada veo que provienen de las mejillas de Jack. Tiene una mirada parecida a la de mi pesadilla pero, al contrario que difuminado en la niebla, su rostro expresa mil emociones. Desesperación, frustración, cansancio, añoranza, sueño, deseo y alivio. Le acaricio suavemente la cara, para limpiarle las lágrimas restantes pero también para comprobar que es la realidad, y no un maldito sueño. Un destello de dolor cruza sus ojos cuando le suelto el costado, donde tiene un profundo corte.
-Vamos, a la ducha -ordeno todo lo seria que puedo.
-¿Así sin más? ¿Ni una cena romántica ni nada? -bromea intentando quitarle hierro al asunto. Le ayudo a que se coloque dentro de la bañera sin provocar más muecas de dolor.
Cuando está colocado empiezo a cantar una suave, extraña y misteriosa canción, haciendo que todo el agua alrededor de Jack se estremezca y empiece a bailar a mi ritmo. Se desliza con naturalidad dentro de la herida, provocando dolorosos gestos en el rostro del herido, pero limpiando cualquier rastro de violencia que ese magullado cuerpo allá podido registrar en los últimos días. Noto cómo con cada estrofa una parte de mi energía se transfiere mediante los poderes curativos de la canción hasta la última molécula de agua que roza la esbelta figura de Jack.
Al terminar me encuentro con los ojos cerrados para poder concentrarme, con las manos cruzadas y con tanta tensión que los nudillos se me estaban empezando a poner blancos. Oigo un suspiro casi inaudible y las confundidas palabras de Jack antes de caer en un plácido y profundo sueño reparador.
-Gracias, Mi.

jueves, 13 de marzo de 2014

Capítulo 16. Promesas rotas. (Jack)

Mi propia tos me despierta después de un largo sueño. Un doloroso pinchazo en un costado me devuelve a la realidad, aunque me cuesta más de lo normal. Mi mente está más lenta y pesada que de costumbre, ¿me han drogado? Emito unos gemidos inconscientes y me maldigo a mi mismo por ello, prefiero saber que está pasando antes de delatarme a la gente que pudiera estar a mi alrededor. Agudizo el oído con dificultad, logrando distinguir un pitido que se repite periodicamente, algo me dice que es mi corazón plasmado en una máquina. Estoy en el hospital, mierda.
-...reposo durante unos cuantos días más, ha sufrido graves heridas,- dice una voz irreconocible para mi.
-¿Que pasó exactamente, doctor? -pregunta una voz que se impone sobre las demás, debe ser alguien importante.
-No es fácil decirlo, pero dicen que entraron a robar y no fueron muy amables... aunque hay algunas heridas que no son de las armas normales y corrientes... casi parecen inhumanas -responde el doctor con duda en su respuesta.
Pienso instantáneamente en Mireia y mi ritmo cardíaco se acelera ligeramente, lo que provoca que el doctor eche a todo el mundo de la sala, para que pueda descansar a gusto. En cuanto dejo de oír ruedo salvo el sonido de la diálisis, abro los ojos alarmados. El cambio de luz me hace volver a cerrarlos con fuerza, para ir abriéndolos lentamente acostumbrandome a los fosforescentes del hospital. Cuando ya estoy listo para moverme trato de levantarme y escapar, pero tengo vendajes en el brazo y en el costado que me impiden salir corriendo. Maldigo por lo bajo y suspiro de exasperación, tratando de hacer memoria de lo que pasó. Cory... Ale... Mireia y yo... Eva. Al recordar a ésta última se me encoge el estómago pensando en qué habría hecho con mis amigos... y por qué había acabado yo aquí. La última imagen que tengo es entrar a nuestra casa con Mireia, un fogonazo azul celeste y un fuerte dolor en la tripa, nada más. Mierda, mierda mierda, tengo que salir de aquí pero... ¿cómo?
Tras unos minutos pensando escucho cómo el doctor viene y me decido sin pensarlo dos veces. Me levanto haciendo caso omiso del dolor, me cojo un par de mantas del sofá de la habitación y salgo por la ventana. No soy consciente de la suerte que he tenido de estar en la planta baja hasta que echo a correr intentando que nadie me viese escapar. Rápidamente localizó el coche más accesible y me monto, aprovechando que el dueño se había dejado las llaves puestas y estaba caminando para abrir el maletero. Todo lo rápido que mis cuerpo me deja arranco y me voy, dejando al pobre señor con la boca abierta y los ojos como platos, tratando de asimilar lo que estaba ocurriendo.
-Muy bien Jack, ahora eres un delincuente. -murmuro mientras cojo la carretera principal, que da a las afueras, cerca de la casa de Shiandra. Me miro el vendaje que, por el inesperado esfuerzo físico, se había manchado de sangre un poco. El brazo casi no me duele, pero el costado es una herida más profunda y por tanto más grave.
Mireia me había prometido que estaría a mi lado tanto en los momentos malos como en los buenos. Sin duda alguna este era uno de los peores... ¿dónde estaba? Sus promesas se quedaron en el aire, recordándome una y otra vez que estaba solo, herido y perdido, como un lobo solitario. 


miércoles, 5 de febrero de 2014

Capítulo 15. Encuentros a medianoche. (Cory)

Una vez Shiandra hubo hablado con Ale, tenía permiso para verla e intentar hacer las paces con ella. Tonto, tonto, no era, sabía que se había enfadado conmigo, se notaba a leguas de distancia. Pero no podía hacerle nada, me estaba prohibido entablar conversación con ella. Aguardaba impaciente a que la anciana saliese de su habitación para poder entrar. Solo deseaba abrazarla, pero no... no era el momento
En cuanto la vi salir, avancé con grandes zancadas hasta la puerta, donde Shiandra me frenó levantando una mano y dirigiéndome una mirada serena muy rara en ella.
-Espera, aguarda a que piense un rato -dice seria.
-Pero Shi, -ese era el mote que le habían puesto Mireia y él hace tiempo- no puedo aguantar más, y lo sabes, tu lo sabes todo. -la miro a los ojos, casi suplicando.
-Cory, respira -su voz era pausada y firme- ve a darte un paseo, anda -me cogió con dificultad del hombro y me sacó de aquel asfixiante pasillo, sin que Ale se enterase de la misa a la media.
Shiandra me conduce hasta un pequeño jardín, apartado del resto, donde se encuentra una bonita fuente. Está decidida a quedarse conmigo, a vigilarme, pero sé que tiene mucho ajetreo en su despacho, papeles que firmar, llamadas que gestionar, por lo que la convenzco de que me encuentro mejor y más calmado y de que se puede ir tranquila.
-¿Estás seguro? -me mira, levantado una ceja, inspeccionándome. Relajo los hombros y sonrío de lado, pareciendo así despreocupado.
-Completamente -me recuesto en el banco de madera donde estábamos sentados, provocando así un leve quejido por parte de la estructura, sin duda bastante antigua.
Shi sale por uno de los arcos de enredaderas que dan entrada a aquel tranquilo remanso de paz, suspiro y me incorporo, colocando mis manos en mi pelo, sujetando mi cabeza entre mis piernas. Sopeso los pros y los contras de ir ahora a ver a Alessandra para poder explicarle un poco más de que iba todo aquello. Por una vez, ganó la razón, pesaron más los contras y no me dejé llevar por los impulsos. Me quedé allí hasta que, sin darme cuenta, dieron las 12 en el reloj de la enorme mansión. Me disponía a levantarme hasta que noté como alguien caminaba sin rumbo hasta mi escondite, lento pero sin pausa. Rápido me levanto y haciendo el menor ruido posible me escondo detrás de un arco de enredaderas, para poder escuchar lo que mis visitantes decían. Un suspiro me hizo saber al instante de quién se trataba, puesto que llevaba casi toda mi vida oyéndolo desde las sombras.
-Hey -susurro mientras salgo de donde estaba. Ale ni se gira, solo se apoya en el borde de la fuente, mirando al interior, inexpresiva.
-¿Qué eres? -murmura dirigiéndose a mi, aunque sin hablarme directamente.
-No sé a que te refieres -respondo evadiendo la pregunta, un poco pobre debido a mi nerviosismo. "¿Cómo podía esa humana hacerme sentir así?" pienso irónicamente.
-Sí que lo sabes Cory, lo sabes perfectamente -noto un tono de reproche y enfado en su voz, a la vez que se gira y me mira directamente, repitiendo la pregunta- ¿Qué eres?
Suspiro y bajo la mirada. Ha llegado la hora.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Capítulo 14. El clan de los invitados. (Ale)

Cautiva en una casa en medio del campo. Ni siquiera sé que hago aquí pero puedo salir y recorrer todos los pasillos y habitaciones sin ningún control. ¿Como es posible que me dejen tanta libertad cuando me han capturado casi a la fuerza? No entiendo nada y lo peor es que no puedo preguntar a nadie. Cory me evita y Jack no aparece por la casa, Mireia está pero tiene la mente en otro mundo y la verdad es que nunca ha sido muy amable conmigo. Intento recabar toda la información que puedo en las múltiples bibliotecas pero todos los libros están escritos en una lengua extraña y sin duda no es humana, lo que me lleva a pensar que mis secuestradores tampoco son de este mundo. Sin embargo tienen una apariencia tan normal que me confunde y me recuerda a los libros de fantasía que tanto me gustan, aquellos que nunca sucederían en la vida real.. ¿o sí?
Unos golpes en la puerta me sacan de mi ensoñación y emito una palabra que podría interpretarse como un 'adelante'. Me incorporo y me quedo asombrada al ver quién entra en mi habitación. Una señora de muy avanzada edad vestida con una larga túnica violeta y el pelo grisáceo suelto hasta las caderas. Un aura de tranquilidad y sabiduría la rodea al igual que el recuerdo de una belleza sin límites en una época pasada que aún perdura en algunos de los rasgos de la anciana. Su piel, de un distinguido color turquesa claro emite delicados y dulces destellos cada vez que se mueve, haciendo su persona aún más interesante y enigmática.
-Bienvenida a mi casa, querida Alessandra -dice con una voz extremadamente melodiosa que invita a ponerse a bailar.- No se imagina lo que llevo esperándola, por suerte estoy dotada una extraordinaria paciencia. -sonrío a la vez que ella, aunque de una manera mucho más tímida y recatada.
-No era mi intención hacerla esperar -contesto mordazmente, en el mismo instante en que lo digo me arrepiento pero mis palabras ya han salido y no hay vuelta atrás- Si se puede saber, ¿que hago aquí y quien es usted? -la miro interrogante pero con infinito respeto, claramente infundado ya que todavía no la conozco.
-Me llamo Shiandra, aunque el nombre no importa demasiado -sonríe de nuevo con amabilidad a pesar de mi actitud, lo que me hace sentirme mal. -Y respecto a lo que haces aquí... todo depende de ti. Por si no te habías dado cuenta, podías haberte marchado cuando quisieses y sin embargo te has quedado aquí. Puede que por curiosidad, puede que por miedo o sólo por ignorancia. -me quedo pensando en sus palabras, sin saber muy bien como reaccionar puesto que esto me conlleva más y más preguntas.
-¿Por qué, entonces me han traído aquí? Si se supone que soy yo la que debo escoger no es que me hayan tratado muy bien, especialmente dos personas de aquí -hago una mueca pensando en Eva y en Mireia. Shiandra suelta una melódica carcajada que me hace sonreír inconscientemente. Me mira con dulzura e inocencia coge la mano suavemente.
-En el fondo Mireia es un trozo de pan solo que no se fía mucho de los humanos y Eva... no te voy a mentir, yo tampoco me llevo muy bien con ella. -sonríe y mira por la ventana, misteriosa. -Estas aquí porque queremos darte una opción más. Un talento y una personalidad como la tuya no deberían pasar inadvertidos y mucho menos ser desaprovechados. Y nosotros vamos a intentar ayudarte en esa elección, sin obligarte ni privarte de nada.
¿Talento? No sé de que puede estar hablando pero no me gusta mucho. Parece una especie de secta que me quieren reclutar pero lo pintan demasiado libre como para ser algo malo. Me quedo observando detenidamente los movimientos de la anciana, su pelo también destella dado que tiene un toque plateado que lo hace brillar con la luz.
-No me mires así, Alessandra, me vas a hacer sonrojar -bromea Shiandra quien se gira y luce una sonrisa radiante.- ¿Que me dices? ¿Te unes al clan de los Invitados?

martes, 1 de octubre de 2013

Capítulo 13. Dudas y recuerdos (Cory)

Los recuerdos se abalanzan sobre mi mente sentado en el sillón de la biblioteca de Shiandra. Recuerdos de una infancia difícil, solitaria. Promesas incumplidas, sueños destrozados. Una familia separada por mi culpa. Mis padres me odiaban por ser como soy: un saltador nato. Por eso me trajeron hasta aquí, después de intentarlo todo. Yo no podía hacer nada, no estaba en mi mano, estaba en mi sangre y en mi destino. Nada más abrir la puerta de aquella casa su dueña, Shiandra, me había mirado como si de un ángel se tratase.
Con tan solo 12 años me hice con el título de Saltador  cuando los demás lo consiguen a los 20. Pero claro, había tenido la mejor maestra posible. No me quedaba nada fuera de aquellos extraños estudios y las tareas de la casa por lo que me aplique al máximo en ello. Shiandra vio en mi un gran talento y, un día de verano, después de ir a la piscina, me sentó en el suelo del ático y trazó una bonita estrella a mi alrededor. Según ella, con eso había mirado mi pasado y mi futuro. Tras pasar varios minutos callada observándome concluyó que era un milagro que un hijo de una familia tan 'humana' (pronunció esta palabra con un deje de asco) fuese tan importante para 'nuestro mundo'dijo con mucho orgullo.
Luego vino Mireia y tras demorar al máximo nuestra vuelta al mundo del que pertenecíamos, dejamos a la anciana Shiandra sola y con una débil promesa de verla que se alargaría durante años. Allí fuimos instruidos por la Guardia Real y conseguimos una licencia para poder volver, esta vez acompañados por Eva, nuestra coordinadora o, como le gustaba que le llamasen, Saltadora Jefa.
Algo me saca de mi ensoñación, alguien me había estado observando y al marcharse había hecho ruido. Me levanto y me dirijo a la puerta lo suficientemente rápido para ver a Mireia meterse en su cuarto. Sonrío y agacho la cabeza,me apoyo en el marco de su habitación y la miro a través de mi flequillo.
-¿Que estás mirando? -suelta Mireia cuando se percata de que estoy ahí.
-¿Que estabas mirando tu? -sonrío fanfarrón.
Mireia bufa y sigue recogiendo las cosas de su habitación. Se la ve nerviosa puesto que una vez están todos los libros ordenados, los saca y los vuelve a colocar siguiendo el mismo patrón que con la ropa, los CD's e incluso con los bolígrafos que hay en su escritorio.
-Mireia para -me acerco hasta ella y, como sé que no lo hará, la inmovilizo con suavidad por detrás.
-Suéltame Cory -se revuelve, la noto temblar te impotencia- estoy bien, déjame.
-Shhh -la mezo suavemente, intentando calmarla- A mí no me engañas, bonita. Sé que no estás bien porque yo tampoco lo estoy -susurro en su oído.
En ese momento se derrumba, dejando muertas todas las articulaciones del cuerpo y dejándome todo el peso a mi, llorando.
-Shhh -repito y la llevo hasta su cama, perfectamente doblada y la siento con delicadeza.
-¿Donde está Cory? ¿Por qué no está aquí? -dice entre sollozos, mirándome con los ojos acuosos, acusándome.
-Ya lo sabes Mir, ella no deja a humanos dentro de su casa -digo con recelo.
-¿Y ENTONCES POR QUÉ ESTÁ ELLA AQUÍ? -grita enfurecida, con lo que se le saltan más lágrimas.
Me quedo callado, quieto, paralizado por el tono de terror, odio y tristeza de Mireia.
-No lo sé Mir, no lo sé -la abrazo escondiendo su cabeza en mi hombro, dejándola que llore tranquila, mientras miles de pensamientos cruzan a toda velocidad mi cabeza.

jueves, 1 de agosto de 2013

Capítulo 12. 'Los sueños no son cosa del azar' (Cory)

Me despierto de golpe, sudando y con las sabanas revueltas. Miro el reloj, las cuatro de la mañana todavía. Me froto la cara con fuerza, tratando de pensar que solo era una pesadilla nada de eso se iba a hacer realidad. Sin embargo no puedo quitarme de la cabeza las palabras que una vez me dijo Shiandra: 'Los sueños no son cosa del azar, todos tienen algo de verdad, algo de destino'. Ojalá se equivocase, aunque rara vez lo hace. Cada vez que cierro los parpados veo la cara de Ale cuando la detuvimos con un gesto de pánico, como si estuviese grabada a fuego en mi retina. Me siento en la cama y miro al suelo, con las manos en la frente. No puedo seguir así, el sentimiento de culpabilidad me corroe por dentro, me retuerce las entrañas y me dan ganas de hacer cosas que no se deben hacer. Todo esto por una chica, parece mentira.
Decido salir a despejarme pero, cuando me doy cuenta me estoy dirigiendo a la habitación-celda de Ale. Entro en un completo silencio y se me acelera el corazón cuando distingo una sombra en la ventana. En un par de pasos me coloco detrás de la sombra y con un ágil movimiento le tapo la boca para que no pueda gritar. Ésta se sorprende y lleva sus manos a la mía, tratando de quitarla. A la luz de la débil luna distingo a Ale. Sonrío sin que me vea y la giro despacio, aún con la mano en su boca. Ella me mira y noto que se relaja enormemente cuando descubre que soy yo, luego una fuerza repentina se apodera de ella y me empuja por el pecho.
-¿Quien te has creído que eres para entrar así en mi celda? -me susurra muy enfadada.
-Un matón que venía a por ti -bromeo sonriendo excéntrico.
-Pues que sepas que no tiene ninguna gracia -me mira con el ceño fruncido.
Se separa y se dirige a la cama, donde se sienta de espaldas a mi.
-¿Que quieres? -pregunta seca.
Me quedo mirando su silueta en la sombra, no puedo evitar sonreír al apreciar su belleza. Suspiro y me siento frente a ella.
-Hablar contigo -respondo, sincero.
-Está bien, habla -dice cruzandose de brazos.
-Verás Ale, esto no es lo que parece, es solo que Eva es un poco más brusca que las demás, pero en el fondo es buena persona -miento.
-Vas a tener que buscar una excusa mejor, querido Cory -acusa con un deje de asco en su voz.
-¿Te acuerdas cuando despertaste en casa de Mireia y te dije que tenías que pasar unas pruebas? -pregunto mirandola a los ojos directamente,- Bien pues aquí es donde se van a llevar a cabo. Yo tenía pensado llevarte cuando estuvieses preparada mentalmente, pero Eva no lo quiso así, y ella es la jefa en estos momentos. -bufo casi imperceptiblemente.
Su anterior seguridad y enfado se disipan lentamente mientras va comprendiendo la situación, todavía no sonríe de felicidad, pero a la mañana, cuando Shiandra se lo explique todo seguro que cambiará de opinión.
-¿Y entonces por qué has venido ahora? ¿Por qué no podías venir a unas horas más... razonables? -pregunta, ahora con su voz normal.
-Por que no podía dejar de pensar en ti -me muerdo el labio.
-Que considerado por tu parte -dice, pero en el fondo que se sonríe, sus dientes la delatan.
Un torrente de sentimientos recorren mi mente y todos llegan a la misma conclusión. Se me acelera la respiración y me acerco poco a poco a ella. Ale tampoco se separa, por lo que no estoy seguro de nada. Paro a escasos centímetros de su cara, con el corazón sin dejar de golpear mi pecho, queriendo acercarme más a ella. Sin previo aviso noto unas manos en mi nuca y acto seguido me encuentro pegado a sus labios, con los ojos cerrados. El beso se prolonga durante unos segundos más, en los que no me permito pensar en nada más que no sea en ella. Se separa un poco y me mira, con una sonrisa enorme en la boca.
-Buenas noches, Cory. -se levanta y entra al baño.
Entre toda la confusión salgo de la habitación y llego hasta mi cama, donde me derrumbo con una sonrisa tonta en los labios.

viernes, 28 de junio de 2013

Capítulo 11. Sola (Mireia)

Los había abandonado, a todos. Pero el que más le pesaba era Jack. Aquel endiablado humano había conseguido ganarse su corazón, traspasar sus barreras y grabar a fuego su nombre en él. Ahora tendría que vivir con el pesar de haber tirado por el suelo todos esos sentimientos que tan fuerte habían golpeado su alma. Sin embargo no podía culparle de nada, en el fondo, no tenía la culpa. Ojalá no pierda nunca la esperanza de que todo pasé rápido y sean tan felices como antes. Yo ya la había perdido.
Con el traqueteo del coche vuelve a la cruel y dura realidad. Su acompañante miraba a la ventanilla absorta, golpeandose los dientes con las uñas. El insufrible sonido me sacaba de quicio, mas no podía decirle nada a Eva. Cómo podía odiarla. Siempre había sido mejor que ella en todo. Eva era más guapa, más alta, más delgada, más fuerte y más popular. Por eso la habían nombrado a ella Saltadora Jefa y no a la invisible de Mireia. La buenecita de Mireia nunca se metía en problemas, nunca destacaba en nada. Había conseguido que la cogiesen como ayudante de Eva, luchando desde las sombras, su mejor técnica. Así que cuando ésta le mandó saltar a la tierra para vigilar a unos humanos nunca hubiera llegado a pensar que se enamoraría de Jack. Desde que le había conocido se había permitido pensar que todo podría salir bien, que podrían ser una pareja de humanos como todas las demás. Pero Eva le había abierto los ojos brutalmente, de la única manera que ella conocía.
Sin embargo, con Cory no pasó lo mismo y quizás eso fue lo que más me molesto. Se notaba a la legua que Eva estaba coladita por él, y que él pasaba de ella. Siempre había sido Cory el soltero, el guapo, la pareja perfecta de Eva. Pero éste lo detestaba con todas sus fuerzas sólo que no podía hacer nada por cambiarlo, era demasiado pasota para conseguirlo. Vamos, que no podría haber sido mejor para él que le mandasen como supervisor de mi misión, con esa escusa se libraba de la impertinente Eva.
El coche fue reduciendo velocidad a través de una rotonda hasta que aparcó en frente de la mansión humana de Eva. El conductor se bajó corriendo a abrirle la puerta a la joven esbelta y de cabello negro que, radiante, demostró una gran sutileza y agilidad al lanzarse a brazos de Cory sin que éste la viese venir. Salgo como puedo, tras ella y reprimo una carcajada al ver la escena que me esperaba fuera.
-No os podéis imaginar cuánto os he echado de menos -miente deliberadamente Eva.
-Claro que sí, Eva -dice Cory, mirándome y sonriendo divertido por lo absurdo de la stuación.
Habíamos ido todo el trayecto en coche juntos y no habíamos intercambiado palabra.
-Bueno bueno, dejad los abracitos para más tarde que la comida está en la mesa -dice la anciana que nos espera a la entrada de la casa.
-Abuela Shiandra -exclamó y voy corriendo a abrazarla.
-No entiendo que tiene esta chica que se encariña demasiado con las personas corrientes -dice Eva mientras pasa a nuestro lado con cara de asco.
Siento una punzada en el estomago al recordar a Jack inconsciente en el suelo de su apartamento. Abuela Shiandra lo nota y me mira, pidiéndome explicaciones. Niego con la cabeza, con una sonrisa triste.
-Luego te cuento -murmuro antes de entrar cabizbaja.