jueves, 5 de diciembre de 2013

Capítulo 14. El clan de los invitados. (Ale)

Cautiva en una casa en medio del campo. Ni siquiera sé que hago aquí pero puedo salir y recorrer todos los pasillos y habitaciones sin ningún control. ¿Como es posible que me dejen tanta libertad cuando me han capturado casi a la fuerza? No entiendo nada y lo peor es que no puedo preguntar a nadie. Cory me evita y Jack no aparece por la casa, Mireia está pero tiene la mente en otro mundo y la verdad es que nunca ha sido muy amable conmigo. Intento recabar toda la información que puedo en las múltiples bibliotecas pero todos los libros están escritos en una lengua extraña y sin duda no es humana, lo que me lleva a pensar que mis secuestradores tampoco son de este mundo. Sin embargo tienen una apariencia tan normal que me confunde y me recuerda a los libros de fantasía que tanto me gustan, aquellos que nunca sucederían en la vida real.. ¿o sí?
Unos golpes en la puerta me sacan de mi ensoñación y emito una palabra que podría interpretarse como un 'adelante'. Me incorporo y me quedo asombrada al ver quién entra en mi habitación. Una señora de muy avanzada edad vestida con una larga túnica violeta y el pelo grisáceo suelto hasta las caderas. Un aura de tranquilidad y sabiduría la rodea al igual que el recuerdo de una belleza sin límites en una época pasada que aún perdura en algunos de los rasgos de la anciana. Su piel, de un distinguido color turquesa claro emite delicados y dulces destellos cada vez que se mueve, haciendo su persona aún más interesante y enigmática.
-Bienvenida a mi casa, querida Alessandra -dice con una voz extremadamente melodiosa que invita a ponerse a bailar.- No se imagina lo que llevo esperándola, por suerte estoy dotada una extraordinaria paciencia. -sonrío a la vez que ella, aunque de una manera mucho más tímida y recatada.
-No era mi intención hacerla esperar -contesto mordazmente, en el mismo instante en que lo digo me arrepiento pero mis palabras ya han salido y no hay vuelta atrás- Si se puede saber, ¿que hago aquí y quien es usted? -la miro interrogante pero con infinito respeto, claramente infundado ya que todavía no la conozco.
-Me llamo Shiandra, aunque el nombre no importa demasiado -sonríe de nuevo con amabilidad a pesar de mi actitud, lo que me hace sentirme mal. -Y respecto a lo que haces aquí... todo depende de ti. Por si no te habías dado cuenta, podías haberte marchado cuando quisieses y sin embargo te has quedado aquí. Puede que por curiosidad, puede que por miedo o sólo por ignorancia. -me quedo pensando en sus palabras, sin saber muy bien como reaccionar puesto que esto me conlleva más y más preguntas.
-¿Por qué, entonces me han traído aquí? Si se supone que soy yo la que debo escoger no es que me hayan tratado muy bien, especialmente dos personas de aquí -hago una mueca pensando en Eva y en Mireia. Shiandra suelta una melódica carcajada que me hace sonreír inconscientemente. Me mira con dulzura e inocencia coge la mano suavemente.
-En el fondo Mireia es un trozo de pan solo que no se fía mucho de los humanos y Eva... no te voy a mentir, yo tampoco me llevo muy bien con ella. -sonríe y mira por la ventana, misteriosa. -Estas aquí porque queremos darte una opción más. Un talento y una personalidad como la tuya no deberían pasar inadvertidos y mucho menos ser desaprovechados. Y nosotros vamos a intentar ayudarte en esa elección, sin obligarte ni privarte de nada.
¿Talento? No sé de que puede estar hablando pero no me gusta mucho. Parece una especie de secta que me quieren reclutar pero lo pintan demasiado libre como para ser algo malo. Me quedo observando detenidamente los movimientos de la anciana, su pelo también destella dado que tiene un toque plateado que lo hace brillar con la luz.
-No me mires así, Alessandra, me vas a hacer sonrojar -bromea Shiandra quien se gira y luce una sonrisa radiante.- ¿Que me dices? ¿Te unes al clan de los Invitados?

martes, 1 de octubre de 2013

Capítulo 13. Dudas y recuerdos (Cory)

Los recuerdos se abalanzan sobre mi mente sentado en el sillón de la biblioteca de Shiandra. Recuerdos de una infancia difícil, solitaria. Promesas incumplidas, sueños destrozados. Una familia separada por mi culpa. Mis padres me odiaban por ser como soy: un saltador nato. Por eso me trajeron hasta aquí, después de intentarlo todo. Yo no podía hacer nada, no estaba en mi mano, estaba en mi sangre y en mi destino. Nada más abrir la puerta de aquella casa su dueña, Shiandra, me había mirado como si de un ángel se tratase.
Con tan solo 12 años me hice con el título de Saltador  cuando los demás lo consiguen a los 20. Pero claro, había tenido la mejor maestra posible. No me quedaba nada fuera de aquellos extraños estudios y las tareas de la casa por lo que me aplique al máximo en ello. Shiandra vio en mi un gran talento y, un día de verano, después de ir a la piscina, me sentó en el suelo del ático y trazó una bonita estrella a mi alrededor. Según ella, con eso había mirado mi pasado y mi futuro. Tras pasar varios minutos callada observándome concluyó que era un milagro que un hijo de una familia tan 'humana' (pronunció esta palabra con un deje de asco) fuese tan importante para 'nuestro mundo'dijo con mucho orgullo.
Luego vino Mireia y tras demorar al máximo nuestra vuelta al mundo del que pertenecíamos, dejamos a la anciana Shiandra sola y con una débil promesa de verla que se alargaría durante años. Allí fuimos instruidos por la Guardia Real y conseguimos una licencia para poder volver, esta vez acompañados por Eva, nuestra coordinadora o, como le gustaba que le llamasen, Saltadora Jefa.
Algo me saca de mi ensoñación, alguien me había estado observando y al marcharse había hecho ruido. Me levanto y me dirijo a la puerta lo suficientemente rápido para ver a Mireia meterse en su cuarto. Sonrío y agacho la cabeza,me apoyo en el marco de su habitación y la miro a través de mi flequillo.
-¿Que estás mirando? -suelta Mireia cuando se percata de que estoy ahí.
-¿Que estabas mirando tu? -sonrío fanfarrón.
Mireia bufa y sigue recogiendo las cosas de su habitación. Se la ve nerviosa puesto que una vez están todos los libros ordenados, los saca y los vuelve a colocar siguiendo el mismo patrón que con la ropa, los CD's e incluso con los bolígrafos que hay en su escritorio.
-Mireia para -me acerco hasta ella y, como sé que no lo hará, la inmovilizo con suavidad por detrás.
-Suéltame Cory -se revuelve, la noto temblar te impotencia- estoy bien, déjame.
-Shhh -la mezo suavemente, intentando calmarla- A mí no me engañas, bonita. Sé que no estás bien porque yo tampoco lo estoy -susurro en su oído.
En ese momento se derrumba, dejando muertas todas las articulaciones del cuerpo y dejándome todo el peso a mi, llorando.
-Shhh -repito y la llevo hasta su cama, perfectamente doblada y la siento con delicadeza.
-¿Donde está Cory? ¿Por qué no está aquí? -dice entre sollozos, mirándome con los ojos acuosos, acusándome.
-Ya lo sabes Mir, ella no deja a humanos dentro de su casa -digo con recelo.
-¿Y ENTONCES POR QUÉ ESTÁ ELLA AQUÍ? -grita enfurecida, con lo que se le saltan más lágrimas.
Me quedo callado, quieto, paralizado por el tono de terror, odio y tristeza de Mireia.
-No lo sé Mir, no lo sé -la abrazo escondiendo su cabeza en mi hombro, dejándola que llore tranquila, mientras miles de pensamientos cruzan a toda velocidad mi cabeza.

jueves, 1 de agosto de 2013

Capítulo 12. 'Los sueños no son cosa del azar' (Cory)

Me despierto de golpe, sudando y con las sabanas revueltas. Miro el reloj, las cuatro de la mañana todavía. Me froto la cara con fuerza, tratando de pensar que solo era una pesadilla nada de eso se iba a hacer realidad. Sin embargo no puedo quitarme de la cabeza las palabras que una vez me dijo Shiandra: 'Los sueños no son cosa del azar, todos tienen algo de verdad, algo de destino'. Ojalá se equivocase, aunque rara vez lo hace. Cada vez que cierro los parpados veo la cara de Ale cuando la detuvimos con un gesto de pánico, como si estuviese grabada a fuego en mi retina. Me siento en la cama y miro al suelo, con las manos en la frente. No puedo seguir así, el sentimiento de culpabilidad me corroe por dentro, me retuerce las entrañas y me dan ganas de hacer cosas que no se deben hacer. Todo esto por una chica, parece mentira.
Decido salir a despejarme pero, cuando me doy cuenta me estoy dirigiendo a la habitación-celda de Ale. Entro en un completo silencio y se me acelera el corazón cuando distingo una sombra en la ventana. En un par de pasos me coloco detrás de la sombra y con un ágil movimiento le tapo la boca para que no pueda gritar. Ésta se sorprende y lleva sus manos a la mía, tratando de quitarla. A la luz de la débil luna distingo a Ale. Sonrío sin que me vea y la giro despacio, aún con la mano en su boca. Ella me mira y noto que se relaja enormemente cuando descubre que soy yo, luego una fuerza repentina se apodera de ella y me empuja por el pecho.
-¿Quien te has creído que eres para entrar así en mi celda? -me susurra muy enfadada.
-Un matón que venía a por ti -bromeo sonriendo excéntrico.
-Pues que sepas que no tiene ninguna gracia -me mira con el ceño fruncido.
Se separa y se dirige a la cama, donde se sienta de espaldas a mi.
-¿Que quieres? -pregunta seca.
Me quedo mirando su silueta en la sombra, no puedo evitar sonreír al apreciar su belleza. Suspiro y me siento frente a ella.
-Hablar contigo -respondo, sincero.
-Está bien, habla -dice cruzandose de brazos.
-Verás Ale, esto no es lo que parece, es solo que Eva es un poco más brusca que las demás, pero en el fondo es buena persona -miento.
-Vas a tener que buscar una excusa mejor, querido Cory -acusa con un deje de asco en su voz.
-¿Te acuerdas cuando despertaste en casa de Mireia y te dije que tenías que pasar unas pruebas? -pregunto mirandola a los ojos directamente,- Bien pues aquí es donde se van a llevar a cabo. Yo tenía pensado llevarte cuando estuvieses preparada mentalmente, pero Eva no lo quiso así, y ella es la jefa en estos momentos. -bufo casi imperceptiblemente.
Su anterior seguridad y enfado se disipan lentamente mientras va comprendiendo la situación, todavía no sonríe de felicidad, pero a la mañana, cuando Shiandra se lo explique todo seguro que cambiará de opinión.
-¿Y entonces por qué has venido ahora? ¿Por qué no podías venir a unas horas más... razonables? -pregunta, ahora con su voz normal.
-Por que no podía dejar de pensar en ti -me muerdo el labio.
-Que considerado por tu parte -dice, pero en el fondo que se sonríe, sus dientes la delatan.
Un torrente de sentimientos recorren mi mente y todos llegan a la misma conclusión. Se me acelera la respiración y me acerco poco a poco a ella. Ale tampoco se separa, por lo que no estoy seguro de nada. Paro a escasos centímetros de su cara, con el corazón sin dejar de golpear mi pecho, queriendo acercarme más a ella. Sin previo aviso noto unas manos en mi nuca y acto seguido me encuentro pegado a sus labios, con los ojos cerrados. El beso se prolonga durante unos segundos más, en los que no me permito pensar en nada más que no sea en ella. Se separa un poco y me mira, con una sonrisa enorme en la boca.
-Buenas noches, Cory. -se levanta y entra al baño.
Entre toda la confusión salgo de la habitación y llego hasta mi cama, donde me derrumbo con una sonrisa tonta en los labios.

viernes, 28 de junio de 2013

Capítulo 11. Sola (Mireia)

Los había abandonado, a todos. Pero el que más le pesaba era Jack. Aquel endiablado humano había conseguido ganarse su corazón, traspasar sus barreras y grabar a fuego su nombre en él. Ahora tendría que vivir con el pesar de haber tirado por el suelo todos esos sentimientos que tan fuerte habían golpeado su alma. Sin embargo no podía culparle de nada, en el fondo, no tenía la culpa. Ojalá no pierda nunca la esperanza de que todo pasé rápido y sean tan felices como antes. Yo ya la había perdido.
Con el traqueteo del coche vuelve a la cruel y dura realidad. Su acompañante miraba a la ventanilla absorta, golpeandose los dientes con las uñas. El insufrible sonido me sacaba de quicio, mas no podía decirle nada a Eva. Cómo podía odiarla. Siempre había sido mejor que ella en todo. Eva era más guapa, más alta, más delgada, más fuerte y más popular. Por eso la habían nombrado a ella Saltadora Jefa y no a la invisible de Mireia. La buenecita de Mireia nunca se metía en problemas, nunca destacaba en nada. Había conseguido que la cogiesen como ayudante de Eva, luchando desde las sombras, su mejor técnica. Así que cuando ésta le mandó saltar a la tierra para vigilar a unos humanos nunca hubiera llegado a pensar que se enamoraría de Jack. Desde que le había conocido se había permitido pensar que todo podría salir bien, que podrían ser una pareja de humanos como todas las demás. Pero Eva le había abierto los ojos brutalmente, de la única manera que ella conocía.
Sin embargo, con Cory no pasó lo mismo y quizás eso fue lo que más me molesto. Se notaba a la legua que Eva estaba coladita por él, y que él pasaba de ella. Siempre había sido Cory el soltero, el guapo, la pareja perfecta de Eva. Pero éste lo detestaba con todas sus fuerzas sólo que no podía hacer nada por cambiarlo, era demasiado pasota para conseguirlo. Vamos, que no podría haber sido mejor para él que le mandasen como supervisor de mi misión, con esa escusa se libraba de la impertinente Eva.
El coche fue reduciendo velocidad a través de una rotonda hasta que aparcó en frente de la mansión humana de Eva. El conductor se bajó corriendo a abrirle la puerta a la joven esbelta y de cabello negro que, radiante, demostró una gran sutileza y agilidad al lanzarse a brazos de Cory sin que éste la viese venir. Salgo como puedo, tras ella y reprimo una carcajada al ver la escena que me esperaba fuera.
-No os podéis imaginar cuánto os he echado de menos -miente deliberadamente Eva.
-Claro que sí, Eva -dice Cory, mirándome y sonriendo divertido por lo absurdo de la stuación.
Habíamos ido todo el trayecto en coche juntos y no habíamos intercambiado palabra.
-Bueno bueno, dejad los abracitos para más tarde que la comida está en la mesa -dice la anciana que nos espera a la entrada de la casa.
-Abuela Shiandra -exclamó y voy corriendo a abrazarla.
-No entiendo que tiene esta chica que se encariña demasiado con las personas corrientes -dice Eva mientras pasa a nuestro lado con cara de asco.
Siento una punzada en el estomago al recordar a Jack inconsciente en el suelo de su apartamento. Abuela Shiandra lo nota y me mira, pidiéndome explicaciones. Niego con la cabeza, con una sonrisa triste.
-Luego te cuento -murmuro antes de entrar cabizbaja.

viernes, 5 de abril de 2013

Capítulo 10. Cazada (Alessandra)

-Vamos Cory, tienes que estar de broma. –vuelvo a repetir sentada en la cama
Él se había levantado hacía ya rato y ahora estaba dando vueltas por toda la habitación, desde la puerta a la ventana, luego al mural de la cabecera de la cama y vuelta a la puerta. Yo no podía hacer otra cosa que mirarle, ya que no se dignaba a dirigirme la palabra. De vez en cuando cambiaba su recorrido y se frenaba entre la puerta y la ventana a observarme, se tocaba la nuca y volvía a andar soltando un bufido.
-Dioses Cory me estas agobiando de verdad, cuéntame algo, haz algo, tirate por la ventana, siéntate, bésame, pero deja de dar vueltas por la habitación, que me estresas  –digo exasperada a la vez que me tumbo en la cama.
-¿Qué-que has dicho? –pregunta él levantando una ceja.
-Pues que te tirases por la ventana –digo a través del cojín que me he puesto en la cara.
-No, no, justo después –repite el acercándose un poco a la cama.
-Que te sentases –asomo la cabeza por encima de la almohada para mirarte.
-Después –exige.
-No me acuerdo –intento mentir, craso error ya que soy muy mala mintiendo.
-¿Te han dicho alguna vez que no mientes nada bien? –susurra Cory, acercándose aún más a mí. Asiento y me vuelvo a tapar la cara con la almohada.
-Mi madre no paraba de repetírmelo, pero le daba exactamente igual –hablar de mi familia con él me resultaba extrañamente incómodo.
-Me parece haberte escuchado decir ‘besarme’ –murmura y me quita suavemente el cojín de la cara.
-No que va, yo nunca diría eso, te lo habrás imaginado –sonrío y me incorporo un poco, reduciendo el espacio entre nosotros.
-Te voy a tener que enseñar a mentir mejor Ale, así no llegas a ninguna parte –dice divertido.
 Me mira directamente a los ojos y me estremezco, miro fugazmente sus labios acercándome a su cara. Pero en la planta de abajo suena un golpe seco y luego como un cuerpo cae al suelo. Un grito agudo de una mujer y otro golpe. Cory se separa rápidamente y se dirige detrás de la cama, donde había un gran baúl. Lo abre y empieza a sacar delicadamente ropa para después extraer un extraño cuchillo. Ahogo una exclamación y me levanto silenciosa, miro a la puerta para después juntarme a Cory y mirar dentro del baúl.
-¿Qué está pasando Cory? –susurro a su espalda.
-No lo sé Ale, pero ahora tienes que escucharme atentamente. Debes quedarte aquí dentro, prométeme que no vas a salir de la habitación hasta que no venga a por ti, promételo. –murmura mirándome fijamente a los ojos.
-¿Qué vas a hacer? No pienso dejar que bajes ahí solo –murmuro decidida.
-Ale tienes que confiar en mí, prométemelo por favor –su voz es una mezcla entre ordenanza y ruego, -luego te explicaré todo lo que está pasando, ¿vale?
No me queda otra que asentir y aceptar. Cory se dirige silencioso a la puerta y antes de salir me mira, como queriendo comprobar que yo seguiría ahí dentro. Acto seguido sale y cierra la puerta tras de sí, dejándome sola y desprotegida. Me acerco al ventanal y me pego a la pared, desde ahí intento mirar a la calle para averiguar quiénes eran nuestros atacantes. Como no veo nada que me revele algún detalle vuelvo al otro extremo de la cama y me agacho, quedando solo la cabeza visible. Me siento para evitar que me tiemblen las piernas y me agacho más, lo justo para que nadie me vea al entrar pero que yo si pueda ver a mis invasores. Oigo golpes en la planta de abajo, no escucho ningún tiro pero si varios cuerpos cayendo al suelo. Pasan varios minutos hasta que se dejan de oír ruidos, espero otro poco más para ver si Cory viene a por mí o no. La espera se me hace interminable pero al fin escucho el picaporte de la puerta girar y veo como se abre, lentamente. Inocente e ingenua me levanto sonriente esperando ver a Cory atravesar esa puerta blanca. Demasiado tarde. Quien estaba apoyado en el marco de la puerta no era Cory, era una joven alta y esbelta, con un mono negro y una coleta del mismo color. Supe que si ella había llegado hasta aquí arriba es que no tenía por donde escapar ni podía vencer de ninguna manera. Hice lo único medianamente razonable en aquella situación, me rendí.

sábado, 23 de febrero de 2013

Capítulo 9. Besos reconciliadores. (Jack)

Caminaba despacio, con paso firme, recorriendo los pasillos sin pensar. Llego a la habitación y entro sin llamar. Me encuentro con Mireia acostada en la cama. Suspira al escucharme entrar y se gira, dándome la espalda.
-Cariño -digo dulcemente- ¿Te has enfadado mucho?
Chasquea la lengua y no me responde. Me acerco lentamente y me siento a su lado, acariciándola con dulzura.
-Pequeña perdóname -sigo hablando- Estoy seguro de que no va a ser como los demás -digo mientras le cojo un mechón de pelo y se lo coloco detrás de la oreja.
Ella sigue sin inmutarse, vuelve a chasquearla y se gira bufando. Me tumbo a su lado y la cojo dulcemente de la cintura. Mireia suspira, se da la vuelta y nuestras caras se quedan a escasos centímetros.
-Joder Jack, ¿pensaste alguna vez en nosotros? -dice susurrando.
-Deberías saber que nunca dejo de pensar en ti. -digo sonriendo.
-No Jack, -replica separándose un poco- ¿alguna vez pensaste en nosotros? ¿En Cory? ¿En que a lo mejor no lo aceptaría como tú? Joder, que ella tanía una vida, con amigos y familia que la querían mucho. -suelta Mireia, amenazante.
Sonrio, amargado y triste, pero no aparto su mirada. Acaricio su mejilla y cierro los ojos, tragando con fuerza. Suspiro, me levanto y antes de adentrarme en la oscuridad y soledad del pasillo digo:
-Tienes razón, yo no tenía una vida. -y salgo silencioso.
Oigo que Mireia me llama y que sus pisadas se acercan a mí. Acelero un pco el ritmo pero me alcanza y, agarrándome del brazo, me obliga a detenerme. Sorprendiéndome Mireia e besa, cariñosamente. Agarro su cara y nos separamos un poco, frente a frente.
-No digas eso cariño, sabes que no quería decirlo así. -dice Mireia en un susurro. Sonrio, triste, pero vuelvo a juntar nuestros labios. Noto que ella también sonríe bajo mis labios, abrazandome el cuello. Bajo mis manos a su cintura, con dulzura, y meto mis manos heladas debajo de su camiseta, rozando su piel. Mireia da un respingo y me golpea el brazo.
-Así me gusta -comento riendo- Ahora, vayamos con Cory y Alessandra, ¿te parece?
-Preferiría que no -dice muy seria- todavía no estoy lo suficientemente calmada para hablar. Mejor vayamos a comer algo -añade sonriendo.
Suspiro y la cojo omo un saco de patatas. Patalea y me golpea levemente la espala, riéndose, para que la baje pero, en vez de eso me dirigo a la habitación donde estaba nuestra invitada. Entro todavía con Mireia al hombro y sin llamar.
-Dejad cualquier cosa que estéis haciendo porfavor -comento riéndome mientras me tapo los ojos.
-Dejalo ya Jack, no estamos haciendo nada. -dice serio Cory. Levanto un dedo y miro a través del espacio. Finalmente me quito la mano de la cara y sonrio.
-Mireia y yo nos vamos a comer, procurad no meteros en líos o no me destrocéis la casa, como la última vez -añado mirando a Cory.
Les guiño un ojo y desaparezco por la puerta con Mireia todavía quejándose pero sin hacer esfuerzos por bajarse. Llegamos al portal y salimos como personas normales, andando de la mano. Sonrio y beso a Mireia en la mejilla, nos dirigimos a nuestro restaurante preferido. Entramos entre risas y bromas, el camarero que nos atiende ya nos conoce y nos coloca en nuestra mesa favorita y nos trae lo de siempre.
-¿Me has perdonado ya? -susurro al oído de Mireia, sonriente.
-No, vas a tener que esforzarte un poco más -responde ella poniéndose seria, pero enseguida sonriendo.
Me acerco lentamente a ella y la siento en mi regazo, mordiéndome el labio. La beso, con pasión mientras juego con mi lengua, recorriendo su boca. Mireia se deja llevar y se agarra a mi cuello, acariciándome la nuca. Sigo besándola aún cuando el camarero llega deja las bebidas en la mesa, la muerdo levemente el labio y jadeo en su boca.
-Eso ha estado bien -susurra sonriendo Mireia- pero que muy bien -añade y me regala un último beso antes de separarse y sentarse en su silla.
Sonrio, realmente feliz y la miro con ternura. 'No sé que haría sin ella' pienso mientras me peino un poco. Comemos tranquilamente, mientras bromeamos y nos lo pasamos bien. Porque toda esa calma y felicidad terminará antes de que lo esperado.

martes, 5 de febrero de 2013

Capítulo 8. Despertar. (Alessandra)

Una misteriosa calma reinaba en mi cabeza. Mis pensamientos no eran coherentes, iban y venían como las olas del mar. Me costó desperezarme. Tenía la cabeza pesada y no conseguía centrarme en nada. Había unas voces lejanas que me eran vagamente familiares, parecían estar discutiendo.
-¡Es que no se cómo se te ocurre Jack! –gritaba una voz claramente femenina.
-Por última vez Mireia, lo necesitaba, no podíamos esperar más –decía el chico una y otra vez; parecía preocupado, como intentando disculparse.
La conversación se desvaneció tan pronto como había comenzado. Las voces se volvieron incomprensibles, casi inaudibles. Poco a poco fui volviendo en mí y empecé a pensar con claridad. Mi último recuerdo era estar en una habitación nueva para mí, llena de artilugios, junto a Jack y mirábamos fijamente un gran un gran boquete rojo en la pared. Me quedé embobada en ese recuerdo y no me di cuenta de que las voces habían vuelto hasta que fue muy tarde. Esta vez sonaban más claras y firmes por lo tanto averigüé que se habían acercado. Una voz masculina se unía ocasionalmente a la conversación Parecía estar más pendiente de otra cosa, vigilando algo o a alguien. La última voz era más grave que las demás y me parecía haberla escuchado muy recientemente, no como la de Jack, si no mucho más tranquila y cauta.
-A lo hecho pecho, -repetía este- si el chico la ha traído hasta aquí no vamos a devolverla sin antes comprobarlo ¿no? –era una pregunta retórica, carecía de respuesta.
-Pero tenía que habernos consultado antes –replicaba la chica con voz chillona. Creía haber escuchado antes que se llamaba Mireia.
El chico cuyo nombre no recordaba suspiró. Noté como se movían a mi alrededor, lo que hacía que me sintiese incómoda. Una mano suave, firme y decidida me rozó el brazo, casi como una caricia. Se me erizó el vello y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
-Vaya –exclamó- parece que nuestra bella durmiente se está depsertando.
Este comentario me hizo sonreir. Acababa de reconocer esa voz; era Cory. Abrí los ojos, poco a poco, acostumbrándome a la luz. Lo primero que vi fue un gran ventanal cubierto con unas cortinas por lo menos, llamativas. Me di cuenta de un detalle que antes no me había parecido relevante. Estaba en una cama, y no de esas cochambrosas, si no una cama mullida y elegante; con una almohada blanca y pulcra bajo la cabeza  y cubierta con un excelente edredón regio. Parecía una reina. Traté de incorporarme para poder visualizar a mis veladores.
-Buenos días princesa –dijo Cory sonriendo.
-Hola Ale –me saludó Jack; parecía enormemente cansado.
-Hola, ¿qu-qué ha pasado? –pregunté fingiendo estar aturdida.
-Parece ser que te desmayaste en un pasillo y Jack, que casualmente estaba por ahí, te cogió y pensó en llevarte a su casa –mintió Cory.
-Ah –titubeé, en realidad no me lo creía pero lo dejé estar- pero, ¿Qué haces tú aquí? –pregunté en un tono más bajo, para que solo me escuchase Cory.
-¿Veis? –gritó inesperadamente Mireia- Os lo dije, os dije que preguntaría –cruzó los brazos, frustrada.
Cory volvió a suspirar y se levantó de la cama, lentamente. Todos estaban exhaustos y sus rostros estaban demacrados, como si hubiesen corrido una maratón. Me sentía extrañamente culpable. Pensé que lo mejor sería cambiar de tea y dije lo primero que se me vino a la cabeza.
-Se ha quedado buena tarde ¿no? –mis palabras salieron sin pensar.
Mi comentario provocó las carcajadas de Cory y Jack, pero Mireia bufó de indignación y salió de la habitación enfadada. Empecé a levantarme pero Cory me lo impidió acusando al gran cansancio que debería estar sintiendo. Pero o me encontraba perfectamente. Decía que tenía que estar en la cama hasta comprobar que no había sufrido ninguna lesión. Sabía que eso era mentira por lo que había escuchado antes pero no me apetecía discutir con ellos. Sabía que no conseguiría convencerles de lo contrario. Jack se ausentó para traer un vaso de agua y tratar de hablar con Mireia. “Este es mi momento” pensé.
-Oye, ahora que estamos solos –comencé a decir- dime la verdad, ¿Qué está pasando? –mi voz sonaba firme y segura. Cory me miró casi con pena.
-Ale en realidad no te desmayaste, bueno sí, pero no accidentalmente. Jack estaba contigo y no te trajo aquí por casualidad. –explicó.
-Eso ya me lo suponía yo, pero no te preguntaba por eso si no por todo esto. Cory, ¿quién eres? ¿Por qué Nicolette no pudo verte en el callejón? ¿Por qué cada vez que hablo de ti con alguien se le olvida todo? ¿Qué pasa? –me salían todas las preguntas de golpe, dudaba mucho de que me respondiese a todas.
-Todavía no puedo decirte nada Al, tienes que pasar algunas pruebas –me dijo con infinito cariño y me miró, con esos ojos llenos de coraje y secretos que todavía no podían ser resueltos.

martes, 15 de enero de 2013

Capítulo 7. Preguntas sin respuestas

Esa mañana Ale despertó extraordinariamente tarde, pero todavía podía llegar a tiempo a la segunda hora de clase. Un sentimiento de tranquilidad la rodeaba pero no podía evitar notar que algo importante había pasado esa noche. Se vistió lo más rápido que pudo mientras se hacía el café, no podía ir a clase si no se tomaba su rutinaria taza de cafeína. Salió corriendo de casa para coger a tiempo el autobús y asi no llegar más tarde a clase pero aún así no la dejaron pasar a segunda hora y se tuvo que esperar hasta tercera. A la gente que llegaba tarde las metían en una clase a parte para que no molestasen en medio del hall, a esas horas no había mucha gente en esa sala y eso le permitió pensar tranquila e intentar recordar en qué había soñado. Pasó más de media hora hasta dar con la palabra exacta que resumía su extraño sueño: Cory. Al principio no sabía que había pasado y luego recordó que había unos pantalones de chándal que ella no se ponía en la silla de su dormitorio. Aquel fugaz pensamiento le hizo dudar de lo que había pasado esa noche, pero al final llegó a la conclusión de que los habría sacado mientras buscaba el pijama. Toda esa historia le recordó los sucesos de ayer y le una sensación de inquietud le dejó muy mal sabor de boca durante el tiempo que estuvo sentada en el aula. El sonido de la sirena la sacó de sus pensamientos y Ale se dirigió a la clase que le tocaba ahora. Como si de una coincidencia se tratara se encontró con Nicolette, ataviada con unas coloridas mallas y una sudadera de leopardo. Nunca había entendido el estilo de su amiga, algunos días era completamente invisible, en cambio los otros se salía de lo normal, destacaba sobre casi cualquiera pero nunca tanto como Katia. Las tres amigas se complementaban, Katia: la líder, siempre la mejor en todo y la más popular; Nicolette: la segunda y perrito faldero de Katia; y por último Ale: nunca destaca pero sus dos amigas nunca la dejaban atrás. Juntas llevaban toda la vida y se habían peleado, separado y reencontrado, se volvían a separar. Pero al final siempre acababan igual, juntas. El diálogo fue corto y directo, tocando solo temas banales porque cada una se dirigía a clases distintas. Entró en clase y se sentó en su pupitre sabiendo que no iba a poder concentrarse ese día. Su compañero Jack se acerco tan sigilosamente que la sobresaltó. Se había olvidado de que le tenía que preguntar qué quería decir lo del otro día, pero pensándolo mejor ya sabría explicarlo ella. Igualmente iba a preguntarle si él sabía algo. Parecía demacrado, tenía unas ojeras enormes y una cara de cansancio que ni siquiera diez latas de Redbull se la hubiesen cambiado. -Hola Jack- le saludo mientras pone mi mejor sonrisa. -Hey- responde con un movimiento de cabeza. -¿Qué te pasa? Pareces más cansado de lo normal- Ale intentó que no sonara muy reprochable porque no quería que su compañero se enfadase con ella. -Una mala noche- Jack no parecía muy dispuesto a dar más explicaciones así que se sentó y no habló más hasta la siguiente hora. Y así siguieron hasta que sonó la alarma del patio, como dos desconocidos con muchas preguntas en la mente y poca saliva en la boca. Cuando Ale estaba a punto de salir Jack la cogió del brazo hasta llevarla a un sitio un poco apartado. -¿Vas a hacer algo realmente importante en el recreo?- preguntó con un tono de oculta impaciencia. -No, nada que merezca mucho la pena. ¿Para qué?- Ale había notado el cambio de si voz pero no quería presionarle. -Quiero enseñarte una cosa.- y juntos se encaminaron a la parte más deshabitada del instituto. La sala en la que entraron tenía un tamaño medio, carecía de sillas y de mesas porque esa ala no se usaba desde hacía ya mucho tiempo. De las paredes colgaban poster de antiguos trabajos y exposiciones. A Ale le llamó la atención uno en particular que trataba sobre las mutaciones genéticas provocadas y pensó que aquel trabajo tendría que haberlo hecho un alumno de bachillerato por lo menos. Ese destacaba sobre las demás por su complejidad y estructura ya que incluía una maqueta agrandada de un trozo de ADN y muchos más ejemplos y experimentos. Jack cerró la puerta tras él y se coloco en el medio exacto de la sala. Trazó un círculo a su alrededor con una tiza que había en la pizarra. Ale ni siquiera se había dado cuenta de que no había ventanas pero si un gran círculo granate que ocupaba toda la pared donde debería estar colocado el corcho y las taquillas. -Jack, ¿Qué es todo esto?- pregunté girando sobre mí misma para poder observar algún otro detalle que se habría podido pasar. -Esta era la antigua sala de experimentos científicos del instituto que se cerró por una gran explosión hace años- con esa afirmación no hizo que Alessandra se tranquilizase, si no que la puso aún más nerviosa.-No quedaran restos químicos o radiactivos por aquí, ¿verdad?- el comentario de su amiga hizo que Jack soltara una carcajada un poco fuera de lugar. -No, que yo sepa. Anda ven y entra conmigo en el círculo.-añadió extendiendo una mano hasta Ale.