viernes, 5 de abril de 2013

Capítulo 10. Cazada (Alessandra)

-Vamos Cory, tienes que estar de broma. –vuelvo a repetir sentada en la cama
Él se había levantado hacía ya rato y ahora estaba dando vueltas por toda la habitación, desde la puerta a la ventana, luego al mural de la cabecera de la cama y vuelta a la puerta. Yo no podía hacer otra cosa que mirarle, ya que no se dignaba a dirigirme la palabra. De vez en cuando cambiaba su recorrido y se frenaba entre la puerta y la ventana a observarme, se tocaba la nuca y volvía a andar soltando un bufido.
-Dioses Cory me estas agobiando de verdad, cuéntame algo, haz algo, tirate por la ventana, siéntate, bésame, pero deja de dar vueltas por la habitación, que me estresas  –digo exasperada a la vez que me tumbo en la cama.
-¿Qué-que has dicho? –pregunta él levantando una ceja.
-Pues que te tirases por la ventana –digo a través del cojín que me he puesto en la cara.
-No, no, justo después –repite el acercándose un poco a la cama.
-Que te sentases –asomo la cabeza por encima de la almohada para mirarte.
-Después –exige.
-No me acuerdo –intento mentir, craso error ya que soy muy mala mintiendo.
-¿Te han dicho alguna vez que no mientes nada bien? –susurra Cory, acercándose aún más a mí. Asiento y me vuelvo a tapar la cara con la almohada.
-Mi madre no paraba de repetírmelo, pero le daba exactamente igual –hablar de mi familia con él me resultaba extrañamente incómodo.
-Me parece haberte escuchado decir ‘besarme’ –murmura y me quita suavemente el cojín de la cara.
-No que va, yo nunca diría eso, te lo habrás imaginado –sonrío y me incorporo un poco, reduciendo el espacio entre nosotros.
-Te voy a tener que enseñar a mentir mejor Ale, así no llegas a ninguna parte –dice divertido.
 Me mira directamente a los ojos y me estremezco, miro fugazmente sus labios acercándome a su cara. Pero en la planta de abajo suena un golpe seco y luego como un cuerpo cae al suelo. Un grito agudo de una mujer y otro golpe. Cory se separa rápidamente y se dirige detrás de la cama, donde había un gran baúl. Lo abre y empieza a sacar delicadamente ropa para después extraer un extraño cuchillo. Ahogo una exclamación y me levanto silenciosa, miro a la puerta para después juntarme a Cory y mirar dentro del baúl.
-¿Qué está pasando Cory? –susurro a su espalda.
-No lo sé Ale, pero ahora tienes que escucharme atentamente. Debes quedarte aquí dentro, prométeme que no vas a salir de la habitación hasta que no venga a por ti, promételo. –murmura mirándome fijamente a los ojos.
-¿Qué vas a hacer? No pienso dejar que bajes ahí solo –murmuro decidida.
-Ale tienes que confiar en mí, prométemelo por favor –su voz es una mezcla entre ordenanza y ruego, -luego te explicaré todo lo que está pasando, ¿vale?
No me queda otra que asentir y aceptar. Cory se dirige silencioso a la puerta y antes de salir me mira, como queriendo comprobar que yo seguiría ahí dentro. Acto seguido sale y cierra la puerta tras de sí, dejándome sola y desprotegida. Me acerco al ventanal y me pego a la pared, desde ahí intento mirar a la calle para averiguar quiénes eran nuestros atacantes. Como no veo nada que me revele algún detalle vuelvo al otro extremo de la cama y me agacho, quedando solo la cabeza visible. Me siento para evitar que me tiemblen las piernas y me agacho más, lo justo para que nadie me vea al entrar pero que yo si pueda ver a mis invasores. Oigo golpes en la planta de abajo, no escucho ningún tiro pero si varios cuerpos cayendo al suelo. Pasan varios minutos hasta que se dejan de oír ruidos, espero otro poco más para ver si Cory viene a por mí o no. La espera se me hace interminable pero al fin escucho el picaporte de la puerta girar y veo como se abre, lentamente. Inocente e ingenua me levanto sonriente esperando ver a Cory atravesar esa puerta blanca. Demasiado tarde. Quien estaba apoyado en el marco de la puerta no era Cory, era una joven alta y esbelta, con un mono negro y una coleta del mismo color. Supe que si ella había llegado hasta aquí arriba es que no tenía por donde escapar ni podía vencer de ninguna manera. Hice lo único medianamente razonable en aquella situación, me rendí.