martes, 29 de abril de 2014

Capítulo 17. Lágrimas con magia. (Mireia)

Una carretera desierta solamente acompañada por el lejano aullido de un búho. Miro a ambos lados. Nada, desierto. La niebla me impide ver mucho más lejos de mis brazos extendidos. De repente veo su cara, una mirada suplicante pero con el rostro completamente inexpresivo, sin una pizca de color en su cara. <<Jack>> susurro, corriendo hacia el espejismo y cuando estoy a punto de llegar...
Me despierto entre sudores fríos, envuelta en un revoltijo de sábanas del cual me es muy difícil escapar. Me incorporo jadeando y me seco un par de lágrimas que asomaban mis ojos instantes antes.
-Maldigo a aquel que inventara los camiones y la niebla. -dice Shiandra con toda la calma del mundo, sobresaltándome.
¿Qu-? -intento que no me tiemble la voz y todos para recuperar la compostura- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-Llegué en el intervalo entre el primer grito y el segundo -se mira las uñas, intentando parecer indiferente- y niña, que cansina eres, es imposible despertarte eh.
-Puedes irte, ya me he despertado -bufo y me llevo las manos a los ojos frotándomelos con fuerza.
La anciana sube una ceja y, demasiado rápido para su edad, me coloca un fardo húmedo con arenas aromáticas en la frente, con tanta fuerza que hace que me golpee contra el cabecero de la cama.
-Ah, me has hecho daño -me llevo la mano a la nuca.
-Aaaah se siente -responde ella, aguantándome ese extraño objeto. El delicioso aroma hace que me empiece a sentir torpe y adormecida.
-Shiandra Bullesock, ¿que narices es eso? -pregunto con toda la claridad que me es posible.
-Mireia Maleswith, tan solo déjate llevar -susurra sacando a relucir su increíble y melodiosa voz.
Me quedo dormida, extrañamente feliz y relajada, sin camiones, ni niebla, ni carretera alguna, ni misteriosas alucinaciones provocadas por mi mente para hacerme sufrir. Simplemente el vaivén de la antigua mecedora de Shi.

Cuando abro los ojos, la luz del sol entra por la ventana, iluminando toda la estancia. Huele a flores, campo, naturaleza y... ¿chocolate? ¿Eso que huelo es una rebosante taza de chocolate fundido con un ligero toca avainillado? Miro a todos lados, buscando el origen de tal exquisitez. Permanezco durante unos cuantos segundos en la misma posición, con los ojos cerrados y olisqueando cual perro en pos de su recompensa.
-Pero que fea te pones a veces -exclama  una voz que reconozco al instante. Proviene de la ventana y viene acompañada de un fuerte hedor a sudor.
-¡JACK! -grito a pesar de su mueca pidiéndome silencio- ¿donde narices has estado? ¿te puedes llegar a imaginar el sufrimiento que he pasado? ¿por qué no volvías? ¿y todo el daño que me has hecho al largarte? Podrías haber llamado o algo -digo atropelladamente, sin pensar en las consecuencias de mis palabras.
-¡Oh, es verdad! ¡Que me he ido a dar un paseo entre las flores y se me había olvidado! -pone mala cara mientras intenta bajar del alféizar, entrando en mi habitación. Escucho unos pasos en el pasillo y a alguien silbando que viene de camino aquí.
-Rápido, escóndete, no pueden verte aquí. Al baño -me levanto y le llevo cogido en brazos, literalmente.
-Ni que fuésemos dos adolescentes haciendo cosas indecentes en mitad de la noche -bromea entre murmuros, arrastrándome a mí dentro con él.
-Jack -emito una queja que se ve tajantemente interrumpida por sus labios encima de los míos. Oigo como Cory entra en mi habitación con ese delicioso chocolate que la presencia de Jack me impide disfrutar.
-¿Ale? Te traigo una sorpresa -anuncia con voz firme y sin vacilar.
-Estoy en el baño, voy a ducharme. Cory, voy a tardar, mejor vuelve más tarde. -digo procurando sonar tranquila mientras me cuelo entre los brazos de Jack para abrir el grifo y dejar el agua correr.
Mi visitante se aleja con una escueta despedida, notablemente decepcionado. Suspiro y me llevo las manos a la frente mientras Jack me vuelve a coger, planeando besarme de nuevo. Intento oponerme a su agarre mas mis esfuerzos son en vano. Noto cómo se va formando una sonrisa sarcástica en su cara, que demuestra que me ha vencido, pero sé que en el fondo lo único que quiere es abrazarme. Siento algo que se desliza de improviso por mi escote y cuando levanto la mirada veo que provienen de las mejillas de Jack. Tiene una mirada parecida a la de mi pesadilla pero, al contrario que difuminado en la niebla, su rostro expresa mil emociones. Desesperación, frustración, cansancio, añoranza, sueño, deseo y alivio. Le acaricio suavemente la cara, para limpiarle las lágrimas restantes pero también para comprobar que es la realidad, y no un maldito sueño. Un destello de dolor cruza sus ojos cuando le suelto el costado, donde tiene un profundo corte.
-Vamos, a la ducha -ordeno todo lo seria que puedo.
-¿Así sin más? ¿Ni una cena romántica ni nada? -bromea intentando quitarle hierro al asunto. Le ayudo a que se coloque dentro de la bañera sin provocar más muecas de dolor.
Cuando está colocado empiezo a cantar una suave, extraña y misteriosa canción, haciendo que todo el agua alrededor de Jack se estremezca y empiece a bailar a mi ritmo. Se desliza con naturalidad dentro de la herida, provocando dolorosos gestos en el rostro del herido, pero limpiando cualquier rastro de violencia que ese magullado cuerpo allá podido registrar en los últimos días. Noto cómo con cada estrofa una parte de mi energía se transfiere mediante los poderes curativos de la canción hasta la última molécula de agua que roza la esbelta figura de Jack.
Al terminar me encuentro con los ojos cerrados para poder concentrarme, con las manos cruzadas y con tanta tensión que los nudillos se me estaban empezando a poner blancos. Oigo un suspiro casi inaudible y las confundidas palabras de Jack antes de caer en un plácido y profundo sueño reparador.
-Gracias, Mi.

jueves, 13 de marzo de 2014

Capítulo 16. Promesas rotas. (Jack)

Mi propia tos me despierta después de un largo sueño. Un doloroso pinchazo en un costado me devuelve a la realidad, aunque me cuesta más de lo normal. Mi mente está más lenta y pesada que de costumbre, ¿me han drogado? Emito unos gemidos inconscientes y me maldigo a mi mismo por ello, prefiero saber que está pasando antes de delatarme a la gente que pudiera estar a mi alrededor. Agudizo el oído con dificultad, logrando distinguir un pitido que se repite periodicamente, algo me dice que es mi corazón plasmado en una máquina. Estoy en el hospital, mierda.
-...reposo durante unos cuantos días más, ha sufrido graves heridas,- dice una voz irreconocible para mi.
-¿Que pasó exactamente, doctor? -pregunta una voz que se impone sobre las demás, debe ser alguien importante.
-No es fácil decirlo, pero dicen que entraron a robar y no fueron muy amables... aunque hay algunas heridas que no son de las armas normales y corrientes... casi parecen inhumanas -responde el doctor con duda en su respuesta.
Pienso instantáneamente en Mireia y mi ritmo cardíaco se acelera ligeramente, lo que provoca que el doctor eche a todo el mundo de la sala, para que pueda descansar a gusto. En cuanto dejo de oír ruedo salvo el sonido de la diálisis, abro los ojos alarmados. El cambio de luz me hace volver a cerrarlos con fuerza, para ir abriéndolos lentamente acostumbrandome a los fosforescentes del hospital. Cuando ya estoy listo para moverme trato de levantarme y escapar, pero tengo vendajes en el brazo y en el costado que me impiden salir corriendo. Maldigo por lo bajo y suspiro de exasperación, tratando de hacer memoria de lo que pasó. Cory... Ale... Mireia y yo... Eva. Al recordar a ésta última se me encoge el estómago pensando en qué habría hecho con mis amigos... y por qué había acabado yo aquí. La última imagen que tengo es entrar a nuestra casa con Mireia, un fogonazo azul celeste y un fuerte dolor en la tripa, nada más. Mierda, mierda mierda, tengo que salir de aquí pero... ¿cómo?
Tras unos minutos pensando escucho cómo el doctor viene y me decido sin pensarlo dos veces. Me levanto haciendo caso omiso del dolor, me cojo un par de mantas del sofá de la habitación y salgo por la ventana. No soy consciente de la suerte que he tenido de estar en la planta baja hasta que echo a correr intentando que nadie me viese escapar. Rápidamente localizó el coche más accesible y me monto, aprovechando que el dueño se había dejado las llaves puestas y estaba caminando para abrir el maletero. Todo lo rápido que mis cuerpo me deja arranco y me voy, dejando al pobre señor con la boca abierta y los ojos como platos, tratando de asimilar lo que estaba ocurriendo.
-Muy bien Jack, ahora eres un delincuente. -murmuro mientras cojo la carretera principal, que da a las afueras, cerca de la casa de Shiandra. Me miro el vendaje que, por el inesperado esfuerzo físico, se había manchado de sangre un poco. El brazo casi no me duele, pero el costado es una herida más profunda y por tanto más grave.
Mireia me había prometido que estaría a mi lado tanto en los momentos malos como en los buenos. Sin duda alguna este era uno de los peores... ¿dónde estaba? Sus promesas se quedaron en el aire, recordándome una y otra vez que estaba solo, herido y perdido, como un lobo solitario. 


miércoles, 5 de febrero de 2014

Capítulo 15. Encuentros a medianoche. (Cory)

Una vez Shiandra hubo hablado con Ale, tenía permiso para verla e intentar hacer las paces con ella. Tonto, tonto, no era, sabía que se había enfadado conmigo, se notaba a leguas de distancia. Pero no podía hacerle nada, me estaba prohibido entablar conversación con ella. Aguardaba impaciente a que la anciana saliese de su habitación para poder entrar. Solo deseaba abrazarla, pero no... no era el momento
En cuanto la vi salir, avancé con grandes zancadas hasta la puerta, donde Shiandra me frenó levantando una mano y dirigiéndome una mirada serena muy rara en ella.
-Espera, aguarda a que piense un rato -dice seria.
-Pero Shi, -ese era el mote que le habían puesto Mireia y él hace tiempo- no puedo aguantar más, y lo sabes, tu lo sabes todo. -la miro a los ojos, casi suplicando.
-Cory, respira -su voz era pausada y firme- ve a darte un paseo, anda -me cogió con dificultad del hombro y me sacó de aquel asfixiante pasillo, sin que Ale se enterase de la misa a la media.
Shiandra me conduce hasta un pequeño jardín, apartado del resto, donde se encuentra una bonita fuente. Está decidida a quedarse conmigo, a vigilarme, pero sé que tiene mucho ajetreo en su despacho, papeles que firmar, llamadas que gestionar, por lo que la convenzco de que me encuentro mejor y más calmado y de que se puede ir tranquila.
-¿Estás seguro? -me mira, levantado una ceja, inspeccionándome. Relajo los hombros y sonrío de lado, pareciendo así despreocupado.
-Completamente -me recuesto en el banco de madera donde estábamos sentados, provocando así un leve quejido por parte de la estructura, sin duda bastante antigua.
Shi sale por uno de los arcos de enredaderas que dan entrada a aquel tranquilo remanso de paz, suspiro y me incorporo, colocando mis manos en mi pelo, sujetando mi cabeza entre mis piernas. Sopeso los pros y los contras de ir ahora a ver a Alessandra para poder explicarle un poco más de que iba todo aquello. Por una vez, ganó la razón, pesaron más los contras y no me dejé llevar por los impulsos. Me quedé allí hasta que, sin darme cuenta, dieron las 12 en el reloj de la enorme mansión. Me disponía a levantarme hasta que noté como alguien caminaba sin rumbo hasta mi escondite, lento pero sin pausa. Rápido me levanto y haciendo el menor ruido posible me escondo detrás de un arco de enredaderas, para poder escuchar lo que mis visitantes decían. Un suspiro me hizo saber al instante de quién se trataba, puesto que llevaba casi toda mi vida oyéndolo desde las sombras.
-Hey -susurro mientras salgo de donde estaba. Ale ni se gira, solo se apoya en el borde de la fuente, mirando al interior, inexpresiva.
-¿Qué eres? -murmura dirigiéndose a mi, aunque sin hablarme directamente.
-No sé a que te refieres -respondo evadiendo la pregunta, un poco pobre debido a mi nerviosismo. "¿Cómo podía esa humana hacerme sentir así?" pienso irónicamente.
-Sí que lo sabes Cory, lo sabes perfectamente -noto un tono de reproche y enfado en su voz, a la vez que se gira y me mira directamente, repitiendo la pregunta- ¿Qué eres?
Suspiro y bajo la mirada. Ha llegado la hora.