martes, 1 de octubre de 2013

Capítulo 13. Dudas y recuerdos (Cory)

Los recuerdos se abalanzan sobre mi mente sentado en el sillón de la biblioteca de Shiandra. Recuerdos de una infancia difícil, solitaria. Promesas incumplidas, sueños destrozados. Una familia separada por mi culpa. Mis padres me odiaban por ser como soy: un saltador nato. Por eso me trajeron hasta aquí, después de intentarlo todo. Yo no podía hacer nada, no estaba en mi mano, estaba en mi sangre y en mi destino. Nada más abrir la puerta de aquella casa su dueña, Shiandra, me había mirado como si de un ángel se tratase.
Con tan solo 12 años me hice con el título de Saltador  cuando los demás lo consiguen a los 20. Pero claro, había tenido la mejor maestra posible. No me quedaba nada fuera de aquellos extraños estudios y las tareas de la casa por lo que me aplique al máximo en ello. Shiandra vio en mi un gran talento y, un día de verano, después de ir a la piscina, me sentó en el suelo del ático y trazó una bonita estrella a mi alrededor. Según ella, con eso había mirado mi pasado y mi futuro. Tras pasar varios minutos callada observándome concluyó que era un milagro que un hijo de una familia tan 'humana' (pronunció esta palabra con un deje de asco) fuese tan importante para 'nuestro mundo'dijo con mucho orgullo.
Luego vino Mireia y tras demorar al máximo nuestra vuelta al mundo del que pertenecíamos, dejamos a la anciana Shiandra sola y con una débil promesa de verla que se alargaría durante años. Allí fuimos instruidos por la Guardia Real y conseguimos una licencia para poder volver, esta vez acompañados por Eva, nuestra coordinadora o, como le gustaba que le llamasen, Saltadora Jefa.
Algo me saca de mi ensoñación, alguien me había estado observando y al marcharse había hecho ruido. Me levanto y me dirijo a la puerta lo suficientemente rápido para ver a Mireia meterse en su cuarto. Sonrío y agacho la cabeza,me apoyo en el marco de su habitación y la miro a través de mi flequillo.
-¿Que estás mirando? -suelta Mireia cuando se percata de que estoy ahí.
-¿Que estabas mirando tu? -sonrío fanfarrón.
Mireia bufa y sigue recogiendo las cosas de su habitación. Se la ve nerviosa puesto que una vez están todos los libros ordenados, los saca y los vuelve a colocar siguiendo el mismo patrón que con la ropa, los CD's e incluso con los bolígrafos que hay en su escritorio.
-Mireia para -me acerco hasta ella y, como sé que no lo hará, la inmovilizo con suavidad por detrás.
-Suéltame Cory -se revuelve, la noto temblar te impotencia- estoy bien, déjame.
-Shhh -la mezo suavemente, intentando calmarla- A mí no me engañas, bonita. Sé que no estás bien porque yo tampoco lo estoy -susurro en su oído.
En ese momento se derrumba, dejando muertas todas las articulaciones del cuerpo y dejándome todo el peso a mi, llorando.
-Shhh -repito y la llevo hasta su cama, perfectamente doblada y la siento con delicadeza.
-¿Donde está Cory? ¿Por qué no está aquí? -dice entre sollozos, mirándome con los ojos acuosos, acusándome.
-Ya lo sabes Mir, ella no deja a humanos dentro de su casa -digo con recelo.
-¿Y ENTONCES POR QUÉ ESTÁ ELLA AQUÍ? -grita enfurecida, con lo que se le saltan más lágrimas.
Me quedo callado, quieto, paralizado por el tono de terror, odio y tristeza de Mireia.
-No lo sé Mir, no lo sé -la abrazo escondiendo su cabeza en mi hombro, dejándola que llore tranquila, mientras miles de pensamientos cruzan a toda velocidad mi cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario